Ya han pasado 20 años desde el incendio de “Siete Siete”, la discoteca de moda en Valladolid en el año 1996. Aquella noche, la del 6 de octubre, un grupo de clientes de la sala nocturna disfrutaban de la fiesta sin saber que formarían parte de la historia más trágica de la ciudad vallisoletana.
El fuego, además de destruir el local, causar daños en el edificio, y provocar diversos heridos, acabó con la vida de cuatro personas: el sargento de bomberos José Luis Vidal, de 39 años; su compañero Juan Carlos Matarranz, de 34 años; la mujer que atendía el guardarropa Lucía Escudero, de 51 años; y la clienta María del Carmen Velasco, de 37 años.
Las causas del incendio no llegaron a determinarse oficialmente, pero varios testigos afirmaron que pudo producirse por una colilla o un papel encendido bajo los sillones.
En ese momento se encontraban en la sala unas 15 personas, que fueron saliendo rápidamente gracias a que las luces de emergencia funcionaron a la perfección. Así, el alcalde de Valladolid, Javier León de la Riva, afirmó que de no haber contado con sistemas de seguridad, el siniestro hubiese sido mucho mayor.
Ante el incendio, los bomberos citados anteriormente no dudaron en entrar a la discoteca y, mientras buscaban a los posibles clientes que estaban dentro del local, una lengua de fuego les sorprendió y acabó con sus vidas. Por otro lado, en cuanto a los heridos, el más grave fue Rafael Barca, que acabó con el 50% de su cuerpo quemado, acompañado de otros 5 leves.
Además, los vecinos fueron desalojados por Protección Civil debido al peligro por inhalación de humo y por su propia seguridad, ya que desconocían si el fuego había afectado a la estructura del edificio.
Los que conocían la discoteca coinciden en que aquella noche pudo acabar peor. El jefe de fotografía de El Norte de Castilla, cliente de la sala, pensaba que había muchas personas atrapadas en aquel lugar, ya que para acceder había que bajar numerosas escaleras.
Veinte años después, los ciudadanos aún guardan un amargo recuerdo de aquella discoteca de la que, hoy por hoy, no han recibido la totalidad de indemnizaciones por los daños sufridos en sus viviendas. Además recuerdan el miedo sufrido, como vieron las grandes llamas, cómo sufrieron quemaduras al intentar huir de esa catástrofe y cómo apenas podían respirar con el humo. En definitiva, un recuerdo que no se borrará fácilmente.
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