Sobre la una de la madrugada del 26 de abril de 1922 se declaró un incendio en el Palacio de la Aduana de Málaga, cuyas causas aún se desconocen, donde murieron veintiocho de las setenta personas que vivían allí, pertenecientes al personal subalterno que residía en la buhardilla.
Las víctimas, entre ellas varios niños, perecieron en su mayoría carbonizadas, otras por asfixia y algunas tras arrojarse al vacío tratando de escapar del fuego. Este se propagó con rapidez debido a que el techo y el suelo eran de madera y gran parte de los tabiques estaban compuestos de lienzo de retorta encolada.
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