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Por todos es sabido que los avances tecnológicos se producen a pasos agigantados y que la robótica estará presente en todas nuestras vidas en un futuro muy cercano. De hecho, es ya una realidad su utilización en la industria logística, en cadenas de montaje y, a menor escala, en las viviendas con robot de limpieza o cocina.

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Hace unos meses ya os hablabamos del potente sistema de videovigilancia que tiene organizado China en todo el país, con un total de 170 millones de cámaras de seguridad, de las cuales 20 millones forman parte del programa anticorrupción ‘Sky Net‘.

Pues bien, desde inicios de Febrero han ido un paso más allá, uniendo los sistemas de seguridad con las últimas novedades en biometría: en la actualidad, la policía ferroviaria de Zhengzhou utiliza unas gafas de reconocimiento facial similares a las Google Glass para localizar sospechosos criminales a través de una cámara en su ojo derecho y una lente ocular que permite identificar a cada una de las personas que se cruzan en el campo óptico del agente.

Gracias a este dispositivo, que se conecta automáticamente con una especie de smartphone, la policía es capaz de detectar en varios segundos a un delincuente que esté registrado en la base de datos policial, accediendo de este modo a su nombre, genero, dirección, ocupación, etc. 

Lo increíble es que en tan solo una semana se lograron detener a 7 sospechosos de secuestro y robo, y a 26 pasajeros que viajaban con documentación falsa.

Ante tales innovaciones, surge la siguiente pregunta: ¿Os imagináis la implantación de este sistema en España en un futuro cercano?

Ya hemos hablado en muchas otras ocasiones de los sistemas de seguridad biométricos, herramientas innovadoras cada vez más utilizadas, principalmente por grandes compañías que necesitan la máxima protección en sus instalaciones. Pero el estudio que realizó un equipo de investigadores de la Universidad de Binghamton bajo el mando de Sarah Laszlo y Zhanpeng Jin, profesores adjuntos de psicología e ingeniería informática, sobre la utilidad de la actividad cerebral en diferentes ámbitos es algo fuera de lo común.

Con este estudio se llegó a la conclusión de que cada individuo reacciona de forma distinta ante las imágenes que se les muestra, por lo que nunca se repite el mismo patrón entre las personas sin dar lugar a la posibilidad de robo en caso de ser utilizado como medio de seguridad.

Para utilizar las ondas cerebrales en los sistemas de seguridad con el objetivo de verificar la identidad de una persona, solo se necesitaría un sistema informático que descodificase la actividad cerebral aportando unos resultados con 100% de precisión.

Según Sarah Laszlo, “Si roban la huella dactilar de una persona, esta no puede hacer crecer un nuevo dedo para reemplazarla, quedando comprometida para siempre dado que las huellas dactilares no pueden ser anuladas. Los brainprints, por el contrario, son potencialmente anulables. Así, en el caso improbable de que los atracadores logren robar un brainprint, el usuario podría ‘resetearlo’

A pesar de todo esto, Zhanpeng Jin no visualiza a corto plazo este tipo de biometría como un sistemas producido en masa para aplicaciones de baja seguridad (como puede ser el desbloqueo de un smartphone) pero sí podría tener aplicaciones destacables en lugares que precisen de alta seguridad.

Los sistemas biométricos llevan tiempo entre nosotros y ahora más que nunca su uso parece estar afianzándose en el consumidor final, es decir, entre los particulares y no solo dentro de las empresas.

Estos sistemas se basan en características físicas como las huellas dactilares, la geometría de la palma de la mano, la retina, el iris o los patrones faciales. Características aparentemente únicas que en ningún caso se repiten con los de otra persona. Pero, ¿pueden ser imitados o robados? Obviamente, a pesar de que los lectores biométricos detectan detalles únicos del individuo, no son infalibles.

Dejando a un lado las contraseñas alfanuméricas que se han utilizado toda la vida y que, por motivos evidentes como las continuas filtraciones de datos en internet, son las menos fiables, los primeros sistemas de control de accesos basados en la detección de rostros no funcionaron bien, pues eran incapaces de distinguir una cara real de cualquiera que apareciese en una fotografía.

En cuanto a los lectores de huellas, aunque sea complicado, es posible reproducirla y utilizarla para desbloquear el sistema, accediendo a las instalaciones pertinentes o disponiendo así de toda la información almacenada en un dispositivo. De hecho, en China ya se ha empezado a comercializar una funda hecha con gel de sílice que reproduce la huella dactilar de una persona concreta. Actualmente, se utiliza en empresas, de manera que otro compañero puede “fichar” al entrar en lugar del usuario correspondiente si este le ha facilitado dichas fundas. Algo muy peligroso para la compañía en caso de ser perdida o robada.

Si alguien consigue por ejemplo descifrar una contraseña formada por una serie de números, es tan simple como modificarla. Pero si sus patrones físicos, en este caso las huellas, son robados y eso permite a otra persona acceder a información confidencial o a cuentas financieras, el daño podría ser irreversible.

El principal problema de todo esto es que la huella digital se está convirtiendo en el objetivo de los cibercriminales, no solo en sistemas informáticos corporativos sino también en algo tan utilizado a día de hoy como son los smartphones. Esto se debe a un motivo claro: los delincuentes persiguen el dinero y a través de los sistemas biométricos es fácil de conseguirlo, pues permite por ejemplo realizar pagos con tarjetas bancarias. Esos datos pueden llegar a ser muy valiosos si se venden en el mercado negro.

Si hace un año decíamos que el futuro de estas tecnologías se encontraba en el aire, ahora podemos afirmar que los lectores de huellas son cada vez más populares, pero deberían tomarse medidas extra en cuanto a seguridad se refiere. Una doble o triple verificación es la mejor forma para evitar que se acceda a datos privados.